¿La letra mata? 2 Corintios 3:6
Por: Eder Marín
Muchos hermanos, especialmente dentro de los movimientos pentecostales y carismáticos, han malinterpretado 2 Corintios 3:6 como una supuesta advertencia contra el estudio profundo de la Biblia. Argumentan que "la letra mata", por lo tanto, es mejor orar más y leer menos. A raíz de esta interpretación, muchos han llegado a creer que estudiar la Palabra de Dios no es necesario, y en consecuencia, han generado movimientos emocionales sin fundamento bíblico, donde la experiencia y la emoción reemplazan la verdad revelada en las Escrituras.
El pasaje en cuestión dice:
“El cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica.” —2 Corintios 3:6 (RV 1960)
¿Qué está enseñando realmente Pablo en este pasaje?
El apóstol Pablo no está diciendo que estudiar la Biblia sea perjudicial, ni que leer mucho “mata” la vida espiritual. El contexto de 2 Corintios 3 deja claro que Pablo está contrastando el antiguo pacto de la Ley mosaica, escrita en tablas de piedra, con el nuevo pacto de la gracia, ministrado por el Espíritu Santo.
Si leemos desde el verso 1, entendemos que Pablo se está refiriendo al ministerio de Moisés y la ley escrita, la cual, aunque era santa, justa y buena (Romanos 7:12), no tenía el poder de dar vida. La ley revela el pecado, pero no puede salvar. Por eso dice que “la letra mata”, porque el antiguo pacto condena a muerte al pecador. En cambio, el nuevo pacto, por medio del Espíritu, trae vida porque es el ministerio de la gracia en Cristo Jesús.
La Nueva Traducción Viviente (NTV) lo dice así:
“Él nos capacitó para que seamos ministros de su nuevo pacto. Este no es un pacto de leyes escritas, sino del Espíritu. El antiguo pacto escrito termina en muerte; pero, de acuerdo con el nuevo pacto, el Espíritu da vida.” —2 Corintios 3:6 (NTV)
Redimidos de la maldición de la ley
Cristo no vino a abolir la ley, sino a cumplirla (Mateo 5:17). Al hacerlo, nos redimió de su maldición. Pablo lo explica en Gálatas:
“Cristo nos redimió de la maldición de la ley, habiéndose hecho maldición por nosotros (porque escrito está: Maldito todo el que cuelga de un madero)” —Gálatas 3:13
La ley demanda una obediencia perfecta, pero nadie puede cumplirla completamente. Por eso todos están bajo maldición:
“Porque todos los que son de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo el que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas.” —Gálatas 3:10
La letra (la ley sin Cristo) mata porque revela nuestro pecado, pero no ofrece redención. El Espíritu, en cambio, aplica la obra de Cristo a nuestras vidas, dándonos vida eterna.
La Biblia no prohíbe su estudio, sino que lo manda con claridad
Lejos de prohibir el estudio de la Palabra, la Biblia lo ordena y lo presenta como una disciplina necesaria para todo creyente:
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1 Timoteo 4:13: “Entre tanto que voy, ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza.”
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Colosenses 3:16: “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría…”
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2 Timoteo 2:15: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad.”
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2 Timoteo 3:16-17: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia.”
Además, Pedro nos insta a estar preparados para dar razón de nuestra esperanza:
“Sino santificad a Cristo como Señor en vuestros corazones, estando siempre preparados para presentar defensa ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros…” —1 Pedro 3:15
El Espíritu Santo nos enseña a través de la Palabra
Jesús prometió que el Espíritu Santo no traería enseñanzas nuevas, sino que nos recordaría lo que Él ya había dicho:
“Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.” —Juan 14:26
Cristo nunca promovió la ignorancia espiritual. De hecho, animó a examinar las Escrituras:
“Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí.” —Juan 5:39
Y en otro lugar afirmó:
“El Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.” —Juan 6:63
Los creyentes de Berea fueron elogiados no por buscar experiencias, sino por escudriñar las Escrituras:
“Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así.” —Hechos 17:11
La importancia de vivir en la Palabra
Jesús dijo:
“Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.” —Juan 17:17
No podemos vivir una vida cristiana firme sin estar anclados en la verdad bíblica. El no estudiar las Escrituras contradice el ejemplo de Cristo, de los apóstoles y de la iglesia primitiva.
Muchos cristianos hoy son fácilmente engañados porque no conocen la Palabra. Se conforman con lo que dice el pastor, sin verificar si realmente está en la Biblia. Esta es una gran tragedia. Como dice Oseas:
“Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento.” —Oseas 4:6
Conclusión: No más ignorancia disfrazada de espiritualidad
La mala interpretación de 2 Corintios 3:6 ha llevado a una espiritualidad superficial, emocionalista y peligrosa. No podemos vivir de experiencias, emociones o visiones que no estén fundadas en la Palabra de Dios. Debemos volver a la centralidad de la Escritura.
No solo debemos leer la Biblia diariamente, sino también estudiar buenos libros cristianos que nos ayuden a crecer en doctrina, discernimiento y obediencia. El verdadero avivamiento no nace de la ignorancia, sino de una profunda reverencia a la Palabra de Dios, iluminada por el Espíritu Santo.
Volvamos al consejo de Pablo a Timoteo:
“Persiste en lo que has aprendido... desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús.” —2 Timoteo 3:14-15
Que así vivamos. Con la Palabra en el corazón, y el Espíritu como guía.
