LA CIENCIA Y EL CRISTIANISMO, ¿ALIADOS O ADVERSARIOS?
LA CIENCIA Y EL CRISTIANISMO, ¿ALIADOS O
ADVERSARIOS?
Por Willian Lane Craig
Lo que sucedió,
sin embargo, durante la segunda mitad del siglo veinte, fue
que los historiadores y filósofos de la ciencia se dieron cuenta
que esta supuesta historia de antagonismos era un mito. Como
Charles Thaxton y Nancy Pearcey señalan en su libro The
Soul of Science [El alma de la ciencia), en los trescientos
años que representan el desarrollo de la ciencia moderna,
desde 1500 hasta fines de 1800, la relación entre la ciencia y
la religión podría ser bien descrita como una alianza. El
libro de White hoy se considera más bien como una broma de
mal gusto, una propaganda tendenciosa y tergiversada.
Hoy se la cita solo como ejemplo de cómo no se debe hacer
historia de la ciencia.
Los historiadores
de la ciencia, en la actualidad, reconocen el papel
indispensable que desempeñó la fe cristiana en el crecimiento y
el desarrollo de la ciencia moderna. La ciencia no es algo natural a la humanidad. Como lo
recalca el escritor
científico Loren Eiseley, la ciencia es «una institución cultural
inventada» que requiere un «terreno propicio» a fin de
fructificar. La ciencia moderna no surgió en oriente ni en África sino
en la civilización occidental. ¿A qué se debió esto? A la·
singular contribución de la religión cristiana a la
cultura occidental. Como afirma Eiseley: «Fue el mundo cristiano lo
que finalmente dio a luz de modo claro y articulado el
método experimental propio de la ciencia». A diferencia de
las religiones orientales y vulgares, el cristianismo no
considera que el mundo sea divino ni esté habitado por espíritus, sino que es el producto natural
de un Creador
Trascendental que lo diseñó y lo hizo existir. Por ende, el mundo es
un lugar racional abierto a la exploración y al
descubrimiento. Hasta las últimas décadas del siglo diecinueve, los
científicos eran típicamente creyentes cristianos que no veían
ningún conflicto entre su ciencia y su fe, hombres como Kepler, Boyle, Maxwell,Faraday,
Kelvin, y otros. La idea de una
lucha entre la ciencia y la religión es una invención
relativamente reciente de fines del siglo diecinueve un mito cuidadosamente fomentado por
pensadores seculares con el propósito
de minar el dominio cultural del cristianismo y de reemplazarlo por el naturalismo, que
postula que nada fuera de
la naturaleza es real y que la única manera de descubrir la
verdad es por medio de la ciencia. Fueron tres, mendamente
exitosos en llevar a cabo sus planes.Pero los filósofos
de la ciencia, durante la segunda mitad del siglo veinte,
llegaron a la conclusión que toda la empresa científica se basa
en ciertas premisa que no pueden ser probadas
científicamente, sino que están garantizadas por la visión del mundo
cristiano: por ejemplo, las leyes de la lógica, la naturaleza ordenada del mundo exterior, la
confiabilidad en nuestras
facultades cognitivas para conocer el mundo, la validez del
razonamiento inductivo y la objetividad de los valores morales
usados por la ciencia. Desearía enfatizar que la ciencia ni
siquiera podría existir sin estas premisas y que, sin embargo, éstas
no pueden ser demostradas científicamente. Son premisas filosóficas que, y esto es lo más
interesante, son parte integral
de la cosmovisión cristiana. Por lo tanto, la teología es una
aliada de la ciencia en cuanto le proporciona el marco
conceptual para que la ciencia pueda existir. Aun más, la
religión cristiana, históricamente, proveyó el marco conceptual
en que la ciencia nació y se desarrolló; Vivimos, por lo
tanto, en una época de renovado interés en las relaciones
entre la ciencia y la teología cristiana. En realidad, durante
el último cuarto del siglo veinte, ha prosperado un fructífero
diálogo entre la ciencia y la teología en Norteamérica y
Europa. Han surgido numerosas sociedades para la promoción
de este diálogo: la Sociedad Europea para el Estudio de la
Ciencia y de la teología, el Foro para la Ciencia y la
Religión, el Centro de teología y Ciencias Naturales (CTNS),
así como otras instituciones. En particular, es significativo
que han tenido lugar conferencias patrocinadas por el CTNS y el Observatorio del
Vaticano, en laque
prominentes científicos como Stephen Hawking y Paul Davies han
explorado las implicancias de la ciencia para la teología con teólogos de la talla de John
Polkinghome yWolfhart Pannenberg. Además de haber Publicaciones especializadas dedicadas al diálogo entre l la
cienciá y la religión, como Zygon y Perspectives on Science and
Christian Faith [Perspectivas
sobre la ciencia y la religión cristiana], es aun más significativo
que revistas seculares como Nature y el Britishournal for the Philosophy of Science
(revista dedicada a la cilosofía de la
ciencia) también publiquen artículos acerca de las
implicancias recíprocas entre la ciencia y la teología. El diálogo entre
éstas se ha vuelto tan relevante en nuestros días que, tanto la
Universidad de Cambridge como la Universidad de
Oxford, han establecido cátedras sobre ambas. Menciono
todo esto simplemente para contrarrestar un mito cultural,
un mito arraigado en la ignorancia y rechazado hoy por la mayoría de la academia: el mito de que la ciencia y la
religión cristiana son adversarios inherentes más que aliados en la búsqueda de la verdad.
LA CIENCIA Y EL CRISTIANISMO, ¿ALIADOS O ADVERSARIOS?
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