¿Debe o no Diezmar un Cristiano?

¿Debe o no Diezmar un Cristiano?
                                    por: Felix Muñoz
  "Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde  Malaquias 3:10 

Para entender el mandato del diezmo en el libro de Malaquías, es importante entender la severidad de los problemas en sus días, incluyendo el hecho de que muchos israelitas tenían mujeres extranjeras, que prevalecían la sequía, el hambre, las cosechas malogradas por le escarcha, y así sucesivamente. La gente hacía frente a estos problemas con letargo e indiferencia espirituales. Se habían olvidado de Dios, y le trataban con deshonor. En esta crisis, Dios habló a la nación entera por medio de Malaquías (Mal. 3:9-19) para que fuesen traídos "todos los diezmos" al alfolí. L;os oficiales del templo juntaban los diezmos en el piso de trillar cuando era necesario y/o había espacio para almacenamiento. Además, Dios hizo una promesa específica a los que respondiesen a su llamado en esta ocasión, garantizando que Él impediría que las cosechas se perdiesen a causa de la plaga, la sequía, y la enfermedad (Malaquías 3:11). Además, Dios prometió abrir "las ventanas de los cielos" "para que no hubiese espacio suficiente para recibir" las bendiciones (Malaquías 3:10). Esta promesa se aplicaba claramente a la urgencia en tiempos de Malaquías cerca del año 430 a. C. Normalmente, no se necesitaban "todos los diezmos" o "todo el diezmo" al mismo tiempo.

Por lo anterior, parecería que el diezmo era un tributo obligatorio, como de hecho se dice en Deuteronomio 14:22. Sin embargo, el diezmo era también una especie de voto u ofrenda voluntaria. De este modo, el diezmo de Jacob en Génesis 28 está claramente enlazado con un voto, y con el mismo tenor, Abraham da a Melquisedec diezmos por su propia voluntad (Génesis 14:19-20). Amós también menciona el diezmo dentro del marco de las ofrendas voluntarias (Amós 4:4-5). La ley del diezmo en Levítico 27:32-33 ocurre en un capítulo que trata de las ofrendas voluntarias sagradas de varias clases (allí los primogénitos, versículos 26-27, son una excepción a la regla: estas ofrendas no pueden ser dedicadas puesto que son santas en virtud de su nacimiento como primogénitos). El diezmo pasó por diferentes cambios y reglas según lo dictaban Dios, la cultura y la economía.

Durante el período intertestamentario, las leyes del diezmo añadieron hasta las cosechas menos importantes, como el tomillo, el eneldo, el comino, la mostaza, la pimienta, la alcaparra, y la menta a los productos que debían ser calculados meticulosamente. Jesús mencionó estas prácticas en Mateo 23:23: "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos! ¡Hipócritas! Porque diezmáis la menta, el eneldo y el comino ...". Obviamente, Jesús no estaba impresionado con el legalismo de ellos. Cristo enseñaba el concepto radical la propiedad en común para que sus seguidores pudieran hacer que el evangelio fuese el centro y el foco de sus vidas. Los primeros cristianos tenían confianza los unos en los otros con relación a sus recursos reunidos. El materialismo no era su esclavitud; Cristo era su todo suficiente Salvador. El Señor bendijo abundantemente su amor por el evangelio. Los bienes materiales no podían separarlos de su Redentor, y el cristianismo se propagó como reguero de pólvora.

Se necesitaron casi tres siglos para que los padres de la iglesia primitiva reintrodujeran el diezmo. El emperador Constantino el Grande, en agradecimiento por su bautismo y la cura de su lepra por Silvestre, que fue obispo de Roma en el período 314-336 d. C., estableció leyes eclesiásticas y civiles que requerían el sostenimiento por la iglesia. Además, Constantino legalizó el cristianismo en el año 321 d. C. con la primera ley dominical que permitía a los creyentes celebrar una pascua semanal. Además, Constantino cedió a la iglesia vastas propiedades en Judea, Grecia, Asia, África, y otros lugares. Los apócrifos influyeron especialmente en sostener que los diezmos y las limosnas tenían poder sanador y salvador. "Porque el dar limosnas libra de la muerte, y purga todos los pecados" (Tobit 12:9). La creencia en el poder redentor de dar limosnas era tan fuerte que la palabra "justificación" vino a ser sinónimo de "dar limosnas".

John Selden (1584-1654), jurista y erudito británico, en su monumental obra The Historie of Tithes (La Historia de los Diezmos), publicada en 1618, argumenta que cualquier porcentaje matemático no concordaba con el espíritu libre y liberal de los primeros cristianos. Las investigaciones de Selden fueron reconocidas como de una autoridad sobresaliente al revelar que los primeros cristianos no diezmaron ininterrumpidamente desde el principio de los tiempos. Selden argumentaba que la Iglesia de Inglaterra tenía derecho legal, pero no derecho bíblico, a recoger diezmos. Debido a sus puntos de vista sobre el diezmo, su obra fue suprimida sin misericordia por los oficiales de iglesia mientras él era encarcelado en la torre de Londres.

Con el diezmo obligatorio de vuelta en la iglesia, el legalismo dio un paso gigantesco hacia adelante. El antiguo adagio de que "la historia se repite" nunca fue más exacto que en relación con este asunto. "Zwinglio atacó fuertemente el sistema eclesiástico del diezmo. Declaró que los diezmos eran meramente ofrendas voluntarias". Pronto después de la Reforma, hubo revueltas de campesinos, conocidas como "guerras de los diezmos", contra la obligatoriedad del diezmo. En los Estados Unidos, en 1876, Thomas Kate inició un movimiento en realidad organizado como la Compañía de Laicos, dedicada a estimular la práctica del diezmo en los Estados Unidos. Este moderno movimiento a favor del diezmo ha crecido tremendamente desde entonces, hasta que, en la actualidad, presenciamos el fenómeno de denominaciones enteras, como las de los Mormones y los Adventistas, que construyen su vida espiritual alrededor de la práctica del diezmo. Los mormones tienen las más exitosas estadísticas del diezmo en los Estados Unidos. Afirman que, en la actualidad, sus miembros pagan 7.5% de sus ingresos como diezmo.

Con un mandato sobre el diezmo, se suponía que los miembros se sentirían obligados a entregar una porción mayor de su dinero duramente ganado. Además, si los mimbros sentían que su salvación estaba en juego, cumplirían con el mandato. Jesús dijo: "Donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón" (Lucas 12:34). Damos porque Dios nos dio primero. El cristiano da simplemente porque ha recibido y se la ha perdonado mucho. La generosidad no consiste en la cantidad del don, sino en la calidad del corazón. Jesús dijo: "A menos que vuestra justicia sea mayor que la de los escribas y fariseos, jamás entraréis en el reino de los cielos" (Mateo 5:20). Por tanto, algunos arguyen que la requerida trascendencia de la justicia farisaica puede alcanzarse meramente haciendo más de lo que los fariseos hacen. Pero no olvidemos nunca que todos los diezmos que entreguemos en el mundo no nos salvarán. De hecho, la salvación es un don para ser recibido, no una meta que ha de ser alcanzada.

"Quizás se diga que diezmar no descansa en un mandato divino porque una cuota fija no es diezmo. Esto puede ser cierto,pero en nuestro siglo hay significado en dar regular y proporcionalmente sin las trabas de la ley" . La mayordomía cristiana tiene que ver con más que sólo los recursos materiales de una persona. Incluye darse a sí mismo, dar su tiempo, y su talento al servicio del Señor. Pablo escribió: "Recuerden esto: El que siembra escasamente, cosechará escasamente. Y el que siembra abundantemente, cosechará abundantemente. Cada uno dé como propuso en su corazón, no de mala gana ni por obligación, pues Dios ama al dador alegre" (2 Corintios 9:6,7). Alguien dijo apropiadamente: "El dinero no hace codiciosa a la gente, pero muestra quién lo es".

El evangelio genera generosidad dondequiera que echa raíces. Cuando el cristiano da guiado por el Espíritu, el cristiano ya no anhela las leyes de Moisés para financiar la gran comisión. Debe permitírsele al nuevo pacto interpretar las directivas del pacto antiguo de una manera cristocéntrica.

"Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre - 2 Cor 9:7 


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